La población peruana jamás ha tenido que afrontar cambios tan drásticos por culpa de un virus. Situación similar se vive en el sector educativo; los docentes, de repente, tienen que usar correo y hacer grabaciones. Sea en colegios o universidades han tenido que cuestionarse el rol de la tecnología en la enseñanza. Ello incide en que culmine del mejor modo el año académico.
Sin embargo, los mismos docentes se resisten a implementar la tecnología en sus clases. Aunque los más jóvenes son abiertos a esta nueva era, todavía muchos consideran a las computadoras como un obstáculo, más que como un recurso educativo. A pesar de que la tecnología ha invadido el mundo, vemos que aún está lejos de convencer a los amantes de la cátedra.
Este mal sesgo cibernético se debe a lo estridente de la revolución digital. La tecnología es de la vida pública; no permite la calma; los celulares son para charlar y las computadoras un almacén de juegos. Lo digital es algo vacío y carente de objetivos sin la mano humana, y aunque contuviera una biblioteca electrónica, jamás superaría a un libro. Esta es la visión hermética de muchos profesores.
La cuarentena que atravesamos es una chance de romper este paradigma. Será un proceso lento y sinuoso, pero es la única puerta que nos contacta con la realidad. Tal vez algunos docentes crean que la pantalla es solo una ilusión, lo cierto es que para un estudiante no siempre es así; deberíamos cuestionarnos esto a veces.