Por: Dra. VANESSA SUÁREZ ZUMAETA – Psiquiatra
Todos hemos escuchado alguna vez que no podemos amar a otros si antes no nos amamos a nosotros mismos. Pero conseguir amarse a uno mismo no es sencillo. Para lograrlo, debemos trabajar en conocernos bien. Esto implica entender nuestra historia de vida, aprender de ella y, lo más difícil, aceptarla. Además, es importante tener en cuenta que nuestros niveles de autoconocimiento y autoestima son fundamentales a la hora de elegir una pareja.
Por más conscientes que seamos de las ventajas de querernos tanto a nosotros mismos como a los demás, no aprenderemos a hacerlo sin realizar un trabajo personal y sin observar modelos que nos permitan reconocer distintas formas de vinculación afectiva. Según investigaciones realizadas hay que intentar observar a diferentes personas y estilos afectivos a lo largo de nuestra vida para ello.
Tipos de pareja
Desde los primeros años de nuestra vida aprendemos a relacionarnos con los demás. En primer lugar, nos relacionamos con nuestros padres, siendo ellos nuestro primer ejemplo de vínculo afectivo. Desde el minuto uno, observamos y aprendemos cómo nos tratan y cómo se relacionan entre sí.
Poco a poco vamos ampliando nuestro círculo social. A medida que crecemos conocemos a más personas hasta que, finalmente, realizamos nuestra primera elección de pareja y con ella nuestra primera relación sentimental.
De esta manera se puede afirmar que nuestra infancia determinará el vínculo afectivo que estableceremos con nuestras parejas sentimentales. Existen diferentes tipos de pareja que podemos resumir en tres: la pareja en la que ambos se refuerzan mutuamente, la pareja en la que uno daña al otro y la pareja en la que ambos se hacen daño.
La pareja formada por dos personas que se refuerzan mutuamente dura más y tiene mejor calidad de vida, tanto en conjunto como por separado. Además, este intercambio de refuerzos contribuye de manera positiva a la salud de cada uno, mejorando su equilibrio emocional.
Los otros dos tipos de parejas, en las que el daño está presente de forma unidireccional o bidireccional, hay que intentar transformarlas de alguna manera, ya sea a través del cambio de las actitudes negativas como de la búsqueda de un nuevo significado que establezca las bases de una relación más sana. Si no es posible, lo recomendable es plantearse si no es mejor abandonar la relación.
Por otro lado, es importante mencionar que, a veces, para salir de una relación necesitamos sentir seguridad y para ello -en ocasiones- se buscan otras personas en la que apoyarse. Sin embargo, esto puede llevar a buscar una nueva pareja antes de tiempo, de tal manera que no habrá un profundo aprendizaje sobre lo vivido y –posiblemente- se cometerán los mismos errores en esta nueva relación.
Somos naranjas completas
La elección de pareja se realiza de forma inconsciente, en base a todo lo aprendido a través de nuestra historia, pero acorde al momento personal en el que nos encontramos. Si no nos esforzamos por mejorar y conocernos a nosotros mismos, no seremos capaces de elegir a una pareja adecuada que nos permita vivir una relación de refuerzo mutuo.
Una pareja no puede cubrir por completo todas nuestras necesidades, de manera que mantener esta idea y esperar a que así suceda es solo fuente de frustraciones constantes.
Una de las creencias más peligrosas que tenemos sobre las relaciones que tiene que ver con esto, es la idea de no considerarnos seres completos. Este pensamiento nos ha llevado a una concepción errónea sobre el amor, considerándolo un sentimiento que todo lo puede. Así, al aceptar esta visión, dejamos de ser realistas y de ver las limitaciones de las que todo amor sano goza. De este modo, realizamos una elección de pareja que puede acabar transformándose en un vínculo sostenido por la dependencia y el miedo.
Distinguir entre el sufrimiento y el amor
Nuestras creencias y formas de actuar no están solo determinadas por lo que observamos en nuestro entorno inmediato. Lo cierto es que también estamos expuestos a una gran cantidad de estereotipos sociales: moldes rígidos a los que pensamos que el mundo se adapta.
Tanto en el mito del príncipe azul como en las películas más populares encontramos la defensa de la misma idea: el amor y el sufrimiento van de la mano. Aparentemente, cuanto más discuten los miembros de una pareja, cuanto peor se tratan o cuanto más imposible es su amor y más oposición encuentran, más se quieren. De este modo, acabamos escuchando desde pequeños frases como “los que se pelean, se pegan, se desean” o “quien bien te quiere, te hará llorar”. Y así, soñamos con vivir amores imposibles o secretos, esos en los que se prioriza la intensidad frente a la calidad. Lo que obviamos es que esto puede llevarnos a una elección de pareja basada en las fantasías románticas más que en la realidad y las necesidades cotidianas.
Elección de pareja desde la madurez
Por último, es importante tener presente que los miembros de una pareja deben respetarse y ser capaces de elegir desde la libertad y no desde la necesidad o dependencia, estar juntos. Desde esta nueva óptica, no estaremos en una relación porque necesitemos estar con alguien para rellenar el vacío que sentimos con el amor de otra persona, sino que construiremos una relación de pareja porque, a pesar de poder estar solos, preferiremos estar con el otro.
¡TÚ MERECES UNA RELACIÓN SALUDABLE!