Explicación


En algún momento empecé a escribir una carta para mi hija. Una carta que leyera cuando ya no esté, pero que pudiera sentirme en cada una de sus páginas; mejor aún, en cada uno de sus renglones.
Tenía que escribir como hablo, como pienso, como soy. Dice Borges que uno es escritor cuando decide escribir de una manera personal y por costumbre, manía o porfía, traduce el mundo a ese lenguaje, a esa manera. A riesgo de escalar en la vanidad, creo escribir de una manera
personal. Quienes me conocen me identifican en mis escritos. M i hija me reconoce en cada renglón.
Así es como se ha hecho Las Dos Piedras.
Si este fuera un libro y no una carta para mi hija, podría llamarse El Rey del Pleonasmo. Según mi caligrafía, la distancia más correcta entre dos puntos, es la espiral que los vincula. Me afana la ortografía que se esmera en las redundancias. En mi opinadora opinión, las palabras deben repetirse no para entenderse sino para escuchar las notas que se balancean en su recóndito pentagrama.
Carlos Rengifo Escobedo, a quien conozco desde el siglo pasado, y quien sabe desde el antepasado, se ha empinado en la cordial cordialidad de someter Las Dos Piedras a la benedictina paciencia de un selecto grupo de pacientes lectores. La cordialidad de Carlos siempre me alegra, la paciencia de quienes cooperaron en este empeño, me abruma. Y me abruma en la variable extensión de sus significados. ¿Cómo podría corresponder a esta deferencia? Siempre habrá de perseguirme el desconcierto de que personas, hasta ayer desconocidas, hayan dedicado un universo de su tiempo a la lectura de un compendio de variaciones respecto a la forma como yo he visto los siglos en los que me he sucedido.
Se me ocurre que si ustedes, al acercarse a los renglones de esta carta extensa, llegan a simpatizar o antipatizar con la forma de lo narrado, es como si nos hubiéramos conocido personalmente. En un tiempo cuando los muchachos se conocen en pantallas mágicas, es como si camináramos en el sentido inverso al que la tecnología aconseja. Es la caminata lunar de Michael Jackson, sólo que en nuestros ademanes.
Pareciera que el destino de los libros es conseguir ese efecto de ir para atrás, aunque en verdad estamos echándonos hacia un adelante infinito.
Cuando los encuentre en alguno de esos parajes pasados que remedan el futuro, será muy grato firmarles personalmente una dedicatoria que diga escribir es mi forma de quedarme. Ni atrás, ni adelante. Aquí. Para siempre.
Gualgayoc, setiembre 1 del 2023.

ALFONSO CHUNGA RAMIREZ

Agradezco a Carlos Rengifo Escobedo la fineza de compartir esta carta con quienes participaron en la presentación de Las Dos Piedras en Trujillo.