El Casino de Santiago Morillas


Por: ALFONSO CHUNGA RAMÍREZ

http://chicameros.blogspot.com/

La Avenida Larco, en Trujillo, no terminaba en el mar; empezaba en el Casino de Santiago Morillas; pretencioso palafito que por muchos años ofició de puerta giratoria entre el universo y la ciudad.

Subiendo las escaleras, sobre la mano derecha, el salón familiar fue bautizado como “Rocambole” por Jorge Juan Pinillos; una manera de avisarle a la gente guapa que los jueves por la noche la sota de corazones sería vigorosamente solventada con piscos del sur, habanos del norte y caballeros vestidos en lino blanco apostando fortunas de media libra. Santiago Morillas, el anfitrión, su hermano Pedro, José D’Angelo, Oscar Chávez, Gerardo Ramírez, Pascual López, Rubén Paoli, trocaron salones de Mónaco por arenas de Buenos Aires; trucaron camarones de mediodía por muymuyes de medianoche.

El salón principal descansaba en previsoras estacas que lo pusieron a salvo de borrascas que los comensales escuchaban bajo sus pies y veían en ventanales como desde la cubierta de un barco perplejo. En aquel balcón, hacia el infinito, Santiago Morillas convocó a la Big Band de don Manongo Alvarez para acompañar el paso del Barco Hope, acoderado en Salaverry para lucir su leyenda de servicios médicos americanos. Por aquella mampara, aunque sin orquesta, apuradito pasó el Orión para encallar, olas más allá, en Las Delicias. La Bitácora del carguero probaría que la prisa del Almirante era llegar al cumpleaños de Pepo Mannucci, e irrumpir por los bancos de arena fue el mejor atajo a los cocteles de algarrobina.

El maestro Cotrina se había esmerado en vestir los tablones de las paredes con un color a medio camino entre el oriole y el coral. Nunca fue accidental ni saldo de ferretería. Siempre fue el anuncio bisbiseado que el almuerzo abría con el celebrado Coctel de Camarones de la casa; suntuosidad que Pedro discutía en su restaurante dos cuadras abajo. El cebiche en tiras de tiradito adornado con ají cerezo fue la carta de seducción de las parejas. Las cecinas en punto de galleta hicieron de piqueo abanderado para las cervezas del verano, y las del invierno también. Las Croquetas de Pulpa de Cangrejo, Opus Magna del Palafito, a la que se le atribuyeron varias parejas de mellizos por la década del 40.

El Cine, mejor que los libros, ha decidido que en las vísperas del “día D” Churchill despachó con Eisenhower con una instrucción límite: Liberar Europa y rescatar la Democracia; lo cual estaba muy bien; pero el objetivo sería siempre recuperar Champagne. Ahora que porfiamos en demoler Salaverry para recuperar las playas, bien podríamos despachar con Chamo Ferradas con una instrucción límite: lo de las playas está muy bien, pero el objetivo debe ser reconstruir el palafito de Rocambole.