La producción fotográfica de Alejandro Cerna captura, con aguda precisión, los momentos esenciales –incluso decisivos- de la vida cotidiana. Entre 1996 y 1997 estudió en el Instituto Spéos, de Francia. En París, como en otros contextos, las ideas de Henri Carter-Bresson sobre la fotografía como un medio para aprehender “instantes decisivos” mantenían vigencia. No es coincidencia, entonces, que Cerna haya demostrado desde temprano en su carrera una preocupación similar por capturar la espontaneidad de la vida social en el norte peruano. La fotografía publicitaria y periodística que Cerna desarrolló entre París y Trujillo en las décadas siguientes, da cuenta, precisamente, de este interés por momentos “decisivos”. Como notaron los editores de Caretas, Cerna retrata, producto de paciente espera y alerta por parte del artista. La imagen es testimonio de la capacidad de la cámara de representar aspectos esenciales pero a menudo silenciados de la vida política. Cerna llevó su fascinación por la espontaneidad y las historias humanas a sus retratos de eventos sociales e individuos. Sus imágenes de pasacalles y presentaciones de bailes andinos y costeños prestan igual (sino más) atención a las emociones de los retratados que a las coreografías que están ejecutando.
El ojo humanista de la cámara de Cerna se hace patente también en sus retratos, ya sea de una vendedora ambulante o una campesina en su chacra. El efecto de espontaneidad resultante, no cabe duda, es el producto de calculada planificación y atención. En suma, la prolífica obra de Cerna es el producto de una visión estética que siempre se centra en lo cotidiano y extrae de ello lo extraordinario.
HERACLIO RAMOS, Becario, Museo de Arte Moderno (MoMa), Nueva York.